Well on his way his head in a cloud, The man of a thousand voices talking percetly loud But nobody ever hears him Or the sound he appears to make And he never seems to notice But the fool on the hill... Nobody seems to like him They can tell what he wants to do And he never shows his feelings But
the fool on the hill...
Era de noche y la luz de la luna se reflejaba en mi ventana, iluminaba mi visión mientras mis pensamientos se volvían puros. Mis sentimientos se bloqueaban cuando el blanco intenso y el rostro de la luna producían lo que en ese momento necesitaba, paz. La tranquilidad era imperceptible, estaba lo suficientemente sucumbida en ella. En ese momento quise que el mundo no girara más, que la noche fuera perpetua y que la luna se quedara conmigo para siempre, o que el tiempo se detuviera para contemplar la paz a través de mis ojos, para que mi ser pudiera respirar y aprovechar cada segundo de sosiego. Ninguna nube cubría su resplandor, de esa noche que sentía hecha para mi pero que no podía controlar, que no podía despedir ni tampoco dejarla en espera. Hay circunstancias que no se comparan con nada, que nos hacen soñar y perder el hilo que nos baja a la realidad, ese momento fue así. La luna llena perfecta para mi alma, para la purificación de mi dolor en tan sólo unos minutos. La anestesia que tanto buscaba pero que no daba con ella. Ahora tenía la respuesta ante mi.
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